Enviado por Gonzalo, Salamanca
Mi esposa y yo, tras varios años casados, aburridos siempre de lo mismo, decidimos contactar con un desconocido por internet que, sin quererlo terminó siendo mi mejor amigo y su esposa, mi mejor amante, practicamos sexo de manera regular.
En un primer momento, hablamos para ponernos de acuerdo sobre los límites del intercambio. La primera cita teníamos claro que sería en nuestra casa, primero porque vivimos en un chalet grande y segundo, por seguridad y confianza.
Debo confesar que la primera vez que vi a la mujer de Joaquín, quedé impresionado, es una chica joven, de 26 años, con un cuerpo escultural y unos pechos de infarto, está como un tren. Debe ser por eso que, salvo la incomodidad típica de los primeros momentos, todo salió perfecto.
Ella me besó de inmediato y eso motivó a que mi mujer y mi amigo se activaran. La conexión entre los dos fue tan rápida como explosiva, nos desnudamos sin pestañear. Ellos, por su parte, iban un poco más lentos, mi mujer tenía un poco más de recelo.
Los pechos de Clara son impresionantes, se los estuve comiendo y tocando durante varios minutos. Ella me feló durante un buen rato y luego la giré para darle a cuatro patas agarrando tirando con fuerza de su larga melena.
Al principio fue tranquilo, pero tras unos pocos minutos me pidió más duro, claro, qué se puede esperar de una chica de 26, pura dinamita, poco a poco, fuimos ganando confianza. Ella gritaba mucho y llegó un momento en el que no sabía qué me estaba gustando más, si ver a mi mujer cabalgando o cepillarme a la muñeca de Clara, era la primera vez y sorprendentemente estaba muy excitado, lejos quedaron los nervios y la desconfianza del principio.
A mi mujer se le notaba que estaba disfrutando igual o más que yo. El morbo de estar todos juntos en la misma cama nos hacía estar al límite del orgasmo. No tardamos mucho en acabar, después continuamos la faena toda la noche. La experiencia no ha podido ser mejor. Si os lo estáis pensando, animaros a probar, da igual que seáis pareja o amigos, mente abierta, carpe diem, en vuestra casa o en algún club de intercambio, merece la pena